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El monje, enérgico, observador, justo, claro y curioso, antes de monje disfrutó de una vida plena de experiencias en las Cruzadas, metiéndose a monje ya bastante madurito el hombre, encargándose del herbolario del monasterio y ejerciendo de médico, forense, detective… dando consejos y resolviendo misterios[2]. Parte de este texto también se ha editado en el sitio de Manuel, bajo el título “Enérgico, observador, justo, claro y curioso”.
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[1] Pargeter, Edith Mary. Un asesino en la feria (1981), La hierba maldita (1980), Un dulce sabor a muerte (1977), La penitencia de fray Cadfael (994). Ed. Grijalbo. 1995.
[2] Me gusta de la autora su constante preocupación por documentarse históricamente, sin fantasía e impregnando de presumible realidad del momento fidedigno.